sábado, 19 abril, 2025
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El único plan del Real Madrid era que la remontada ocurriese porque sí

El único plan del Real Madrid era que la remontada ocurriese porque sí, por mera generación espontánea. Y, en parte, cómo culpar por ello a Carlo Ancelotti, el responsable de la estrategia, si esa receta había funcionado tantas veces en la historia del escudo blanco. Pero ante el Arsenal, ante el más imposible todavía, no lo hizo, no llegó ese instante de esquizofrenia colectiva en el que de repente el cielo es amarillo y la tierra es azul. Hasta la magia del Madrid en la Copa de Europa es finita. Todo, en consecuencia, lo es en esta vida.

Ya desde las horas previas había una sensación de final de camino en el ambiente. Hubo ‘busiana’, pero no fue como la de otras potenciales grandes noches. Mucho habitual de las citas europeas de la Champions ausente, fuera porque la Semana Santa ha vaciado la capital de vecinos (que no de turistas), fuera porque era difícil creer tras el 3-0 de Londres. 

«Sí se puede»

Los gritos de «sí se puede» de las afueras del Bernabéu recordaban más a los de aficiones de equipo que tratan de no descender que a la del 15 veces campeón de Europa. Todo sonaba a remontada, los acordes de la liturgia eran reconocibles, pero el verbo sonaba desafinado, no había verdad en el Evangelio blanco.

El gol de Saka en el Real Madrid-Arsenal. / AFP7 vía Europa Press

Ni siquiera se prendió la mecha que debía enardecer a la tribu cuando Courtois detuvo el penalti de Saka, que pareció mal ejecutado adrede, como si el inglés quisiera alargar la ficción de aspirar a contemplar al campeón resucitado. También parecía en esas el árbitro, que entre revisiones en el VAR, enganchones en jugadas a balón parado y broncas de padre a los futbolistas de ambos equipos provocó que el balón pisara más el freno que el acelerador.

«Cabeza, corazón y cojones», había reclamado Ancelotti, apelando al madridista Carlos Alcaraz. Y, a decir verdad, al Real Madrid no le faltaron ninguno de esos tres atributos. Si algo echó de menos el vigente campeón fue ideas futbolísticas, otro síntoma más de que este grupo de futbolistas está mentalmente quemado a estas alturas de la temporada, en esa primavera en la que el Madrid acostumbra históricamente a florecer. Otro síntoma más de que el proyecto de Ancelotti está agotado.

Los centros al área iban asomando como única receta frente al abismo. Mal asunto para un equipo que no tiene un ariete al uso, ni el campo ni en el banquillo, frente a otro que es un muro por alto, excelsos Saliba, Kiwior y Thomas en la contención aérea.

Mbappé se retiró lesionado del tobillo, en el Real Madrid – Arsenal. / Bernat Armangue / AP

La lesión de Mbappé

La ficción terminó con el gol de Saka a la hora de partido, cuando Ancelotti acababa de quemar las naves con la salida de Ceballos, Endrick y Fran García. El inmediato error garrafal de Saliba que le regaló el empate a Vinicius no iba a cambiar nada. La lesión de tobillo de Mbappé ejerció de golpe de realidad necesario para asumir que la de ayer no iba a ser una noche de gloria en Chamartín.

El Bernabéu, que nunca fue la caldera esperada, que en el fondo nunca creyó que la remontada fuera real, cambió los cánticos por el murmullo, mientras la grada visitante del Arsenal celebraba, más tras el gol final de Martinelli. Ahora, se van a París. El Madrid, al rincón de reflexionar.

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