sábado, 28 septiembre, 2024
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Con Santiago Caputo teníamos una mirada diferente: los desafíos pendientes de un ministerio al rojo vivo tras la salida de Russo

La salida de Mario Russo de la cartera sanitaria nacional dejó un área clave de gobierno al rojo vivo: múltiples problemas pendientes de gestión, incluida la renegociación de contratos de compras a la firma, crisis del sistema de salud con un descontento salarial creciente entre los profesionales y la preparación del país para que no se repita una epidemia de dengue peor que la de 2023-2024. En el Ministerio de Salud, no se terminaban de reorganizar con el recambio de su titular.

“Me fui muy bien, con buena relación con el presidente Javier Milei y el resto de los ministros del Gabinete… Pero cansado”, dijo Russo en la escueta respuesta que aceptó dar a LA NACIÓN. Sobre el trato diario con el asesor presidencial con el que tuvo ayer la última conversación en la Jefatura de Gabinete antes de presentar su renuncia, fue aún breve antes de excusarse de continuar. “Con Santiago Caputo teníamos una mirada diferente [sobre la gestión del Ministerio de Salud]”.

Una primera medida hoy en Salud fue informar a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) que “no se asiste” a la 61° Asamblea del Consejo Directivo del organismo la próxima semana “debido al cambio de autoridades”, indicaron desde la cartera. En esas reuniones, los ministros de Salud de la región debatirán asuntos de políticas públicas, respuestas a emergencias y financiamiento. Además, este año cesa el mandato del país en el Comité Ejecutivo de la OPS.

La noticia de la salida de Russo irrumpió ayer pasadas las 21 y, a partir de entonces, la Casa Rosada hizo trascender su versión de una salida en buenos términos y por “cuestiones estrictamente personales”. La última conversación con Caputo fue luego de que el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, intentara calmar ánimos y subsanar desencuentros sobre el manejo del ministerio. Pero esa charla terminó por definir la renuncia, según pudo conocer LA NACIÓN.

La designación, ahora, de Mario Lugones, presidente de la Fundación Sanatorio Güemes, no hace más que formalizar un rol que el Gobierno mantenía puertas hacia adentro, a pesar de un claro conflicto de interés. Si un laboratorio tenía un planteo para acelerar decisiones, como sucedió hace algunas semanas, “hablar con Mario” activaba reuniones. Cuando se definía quién asumiría al frente de Salud en el gobierno libertario, Lugones era parte de la terna posible con Russo y Enrique Camerlinckx, director general del Sanatorio Mater Dei. Finalmente, definieron entre los tres que acompañarían a Russo como asesores en lo que respecta al funcionamiento del subsistema privado: uno en el Ministerio de Salud y, el otro, directamente en la Casa de Gobierno con el exjefe de Gabinete, Nicolás Posse. En ese momento fue el propio Lugones quien dijo a LA NACIÓN que no sería él a quien el presidente electo le tomaría juramento. Tampoco, según se esforzó por aclarar, deseaba ocupar ese cargo.

Con Caputo y Lugones, la tríada que venía interviniendo en Salud se completa con Rodrigo Lugones, hijo del sucesor de Russo. Para quienes seguían a diario la gestión, la intervención sistemática de tres asesores desde la Casa Rosada imprimió aún más lentitud a la toma de decisiones en un ministerio caracterizado históricamente por la desorganización, la ausencia de estadísticas y la pérdida de documentación, solo por citar algunas.

El trato diario entre los cuatro no era precisamente sereno y las decisiones a la espera de ser tomadas iban y venían en un limbo. El silencio del Ministerio de Salud en los primeros meses de la epidemia de dengue del verano pasado, por ejemplo, fue una decisión del propio Caputo con aval de los Lugones, como pudo conocer LA NACIÓN en ese momento ante la ausencia de respuestas. “Nada tenemos que ver con lo que pasa con el dengue”, argumentaba, palabras más o menos, el joven estratega presidencial a diferencia de lo que está recomendado hasta por la Organización Mundial de la Salud para la comunicación durante una emergencia de salud pública.

La salida de Russo, en definitiva, no fue tan abrupta. En la agenda hasta ayer había viajes previstos que se cancelaron y anuncios que tendrá que hacer el propio Lugones. La lista incluye, por ejemplo, la renegociación de los contratos de compra de las vacunas para Covid, el destino de un hospital especializado en salud mental y un convenio de compra de medicamentos con el PAMI que tiene que pasar una revisión para saber si cumple o no con las normas de compras y contrataciones del Estado.

Entre las primeras medidas de la gestión Lugones, seguramente estará dar marcha atrás con la decisión de su antecesor de separar a Pablo Bertoldi, secretario de Acceso y Calidad en Salud, y Cecilia Loccisano, secretaria de Gestión Administrativa.

Ambos quedaron enfrentados con Russo por la compra de las vacunas para dengue, según se pudo ir conociendo en la última semana. En el medio de esa disputa interna quedó la ciudad de Buenos Aires, con su compra de 60.000 dosis en un acuerdo por fuera del que firmó Nación con el laboratorio Takeda por 160.000 dosis, que irán a 49 departamentos de 11 provincias del noroeste y el noreste, más Córdoba y Santa Fe, como acordaron los ministros de Salud en la última reunión del Consejo Federal de Salud (Cofesa).

Con los anuncios de los dos distritos del área metropolitana de Buenos Aires, más los de las provincias, de que comprarían vacunas y la capacidad del productor de poder satisfacer esa demanda, la discusión interna en Salud era qué tenía prioridad: comprar más para mejorar el precio o que el laboratorio dispusiera de más stock para entregar a las jurisdicciones. En paralelo, se dio el diálogo entre la Nación y la Ciudad por la posibilidad de recibir en “préstamo” dosis del stock nacional para poder empezar a vacunar en la Capital el próximo lunes, a la par de las provincias del norte. El Ministerio de Salud porteño las repondría al stock de origen una vez recibidas del fabricante.

Ese intercambio, que es habitual en insumos entre provincias o de estas con la Nación, se acordó por 15.000 dosis, pero en la cartera sanitaria nacional tensó aún más las diferencias y es lo que habría detonado ayer la reacción de Russo de alejar de sus cargos a Bertoldi y Loccisano, que no habrían aceptado la decisión de su jefe.

“Seguramente pensó [por Russo] que tenía respaldo y avanzó, pero se chocó con el verdadero poder de Caputo y los Lugones”, opinó un exfuncionario del área que fue testigo de cómo se venía gestionando Salud. “Ahora, el poder real y formal están unificados”, definió sobre la designación del nuevo ministro, que tendría el acto de toma de juramento entre el lunes y martes próximo, según indicaron desde la cartera sanitaria a este medio.

Ayer, en un día de una intensidad política inusitada en el Ministerio de Salud parecido solo a cuando se desató el escándalo por el Vacunatorio Vip durante la pandemia, el jefe de Gabinete le habría pedido al ahora exministro, en nombre del Presidente, que continuara en Salud, según se pudo conocer hoy de fuentes del Gobierno. Pero esa solicitud habría incluido otra: la de “trabajar más en conjunto” con los tres asesores que tallan en un presupuesto para la cartera sanitaria con sus agencias y organismos que el año que viene será de más de $5,2 billones. A días de cumplir 10 meses en el puesto, ayer a la tarde, Russo decidió abandonarlo.

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