domingo, 22 septiembre, 2024
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Las batallas que gana y pierde Milei

Javier Milei no ahorra en definiciones, empeña su patrimonio político en adjetivos extremos y gasta lo que no tiene en elogios para sí mismo. “Soy el mayor exponente de la libertad en el mundo”, dijo esta semana a su regreso del viaje a Madrid, tras un viaje que electrocutó, en sociedad con el premier Pedro Sánchez, la relación de la Argentina con España, segundo inversor en nuestro país.

«Milei tiene el magnetismo de los grandes oradores, aquellos a los que se los veneraba más por el modo de decir que por lo que decían»

Maravillado por la repentina fama global que alcanzó tan rápido como resultó su vertiginoso ascenso a la presidencia, dijo también haber sido considerado como “el segundo líder del mundo”.

El miércoles, el Presidente llenó el viejo Luna Park para hacer algo nuevo en la política de estos parajes. Dictó a todo el país una compleja conferencia solo comprensible para algunos expertos en teorías económicas.

Pareció un fallido comunicacional, pero no faltarán quienes “la ven” para hacer notar que el público de fanáticos que lo siguió en el lugar, así como los millones de espectadores desde sus casas, no valoraron a Milei por lo que no entendieron sino por el sentimiento y el embravecido énfasis que pone para expresarse.

«En el más modesto universo de los hechos cotidianos del país, ocurren cosas más tangibles que los discursos evangelizadores y las peleas con otros mandatarios que encandilan al Presidente»

La síntesis que proponen los exégetas sería más o menos así, en palabras de un seguidor alejado de los conocimientos de la economía: “Si este hombre se enoja tanto y pone tanta pasión en lo que dice debe tener razón, aunque yo no le entienda una palabra.”

Milei tiene el magnetismo de los grandes oradores, aquellos a los que se los veneraba más por el modo de lo que decía que por lo que decían. Si se entendiera lo que dice, tal vez sería un problema para él.

No le va mal a Milei. Es lo que él mismo cree y es lo que indican los sondeos de opinión que miden a diario su imagen y la de su gestión.

Es tan grande el impacto que esta circunstancia causa en el libertario que se anima a asegurar sin pruritos que supuestas estadísticas lo ponen en el podio de los mejores del mundo y “máximo exponente” del liberalismo.

«Milei necesita mostrar que la economía arrancará en poco tiempo luego de que baje la inflación, un deseo que muchos especialistas afines al oficialismo ponen en duda»

“Por eso nos divierte tanto”, le dijo a su vocero Manuel Adorni en el Luna Park cuando se mencionaron sus viajes por el mundo para dar la “batalla cultural”, versión opuesta a la misma intención con la que Cristina Kirchner saturó a los argentinos durante años, en infinitas cadenas nacionales.

Milei parece fascinado por las invitaciones que recibe y responde para hablar en foros y actos y para retratarse con celebridades de la economía del conocimiento. Ya tiene programados sendos viajes a España y Estados Unidos para las próximas semanas.

El libertario hace lo que suelen hacer los expresidentes que salen a contar sus hazañas por el mundo. En este caso, antes de que sus logros empiecen a ser apreciados por sus ciudadanos, Milei los cuenta por anticipado mientras levanta el dedo ante auditorios a los que les advierte que por muy capitalistas que se crean en realidad están contaminados de socialismo. Esa es la misión que se asigna: viajar para advertir al mundo occidental que están infiltrados por el izquierdismo.

«Entre el Milei que habla y el Milei que gobierna empieza a notarse una brecha importante»

En el más modesto universo de los hechos cotidianos de un país cruzado por un gran esfuerzo de sobrevivencia, ocurren cosas más tangibles que los discursos evangelizadores y las peleas con otros mandatarios que encandilan al Presidente.

Es en ese terreno de lo concreto donde se jugará la verdadera suerte libertaria. Y en ese plano, Milei empezó a entrever una buena noticia que no pasa de ser apenas incipiente: la inflación empezó a bajar.

La consolidación de la desaceleración de los precios, arma política que mantuvo en el poder durante una década a Carlos Menem, es la llave que le abrirá el futuro a Milei.

La terapia utilizada que permite ver una curva descendente es la otra cara de la moneda. El Gobierno insiste en repetir que sobrevendrá un rápido rebote de la actividad. La famosa V.

Ese futuro hipotético se hunde en indicadores del presente que muestran que el ajuste, además de restablecer el ansiado superávit fiscal, acentuó una recesión que semana a semana multiplica los cierres de pequeñas y medianas empresas y los despidos en compañías de todos los tamaños.

Aunque se trata de una realidad palpable, esos indicadores son corroborados por encuestas donde por primera vez en mucho tiempo aparece el temor a perder el empleo entre las preocupaciones más extendidas. Milei necesita mostrar que la economía arrancará en poco tiempo, un deseo que muchos especialistas afines al oficialismo ponen en duda.

Entre el Milei que habla y el Milei que gobierna empieza a notarse una brecha importante. Lo demuestra la virtual regulación que introdujo a las apuradas luego de liberar los precios de las empresas de medicina prepaga. Y lo confirma el freno a la eliminación de subsidios a las tarifas de los servicios de transporte, gas y electricidad, en especial en la zona metropolitana. Hay otros ejemplos, como el aumento de impuestos a contramano de la promesa de eliminarlos.

El discurso beligerante contra el sistema político también choca con la decisión de arreglar los conflictos soltando recursos después de una tormenta de palabras. Es lo que pasó luego de la pelea con los rectores de las universidades nacionales, marchas multitudinarias mediante.

Más complicado todavía es el trabajoso trámite de la Ley Bases, empantanado en el Senado que expondrá al Presidente hoy en Córdoba. Un acto en solitario reemplazará a aquel que esperaba, rodeado por los principales actores políticos del país para firmar un documento de subordinación a sus ideas liberales.

A Milei le sirvió hasta ahora condenar a quienes le impidieron tener las leyes que pidió en el Congreso. Pero el largo tramo hasta contar con una estructura de poder propia puede convertirse en una odisea peligrosa si no logra establecer al menos códigos básicos de convivencia y respeto.

En política, tener demasiados amigos que en realidad no lo son puede ser tan peligroso como elegir no tener ninguno.

No todo es lo que se dice. No todo es lo que se hace. De la síntesis de ambos mundos, surgirá la suerte final de un presidente con un gobierno que no termina de ser experimental.

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